Musicalmente, cada una de las tres sinfonías es un mundo propio – lo que las une es el deseo de libertad: en un caso susurrado confidencialmente, en otro desfigurado irónicamente, en otro gritado con fuerza. La Octava de Shostakóvich proporcionó una tragedia sonriente forzada a una autoridad ávida de himnos patrióticos. Y a pesar de todo el camuflaje, la obra fue prohibida pocos años más tarde. Con su Novena Sinfonía, el compositor llevó a cabo un sorprendente cambio radical de postura, de ahí que tuviera que enmudecer como sinfonista hasta después de la muerte de Stalin – a fin de sobrevivir él mismo. No sólo el peso de la tradición de la numeración de la Novena, sino que también el hecho de haber ganado la guerra provocó que el pueblo y los funcionarios de la Unión Soviética esperaran una gigantesca celebración heroica. En vez de la redención con el fin de la guerra, Shostakóvich se fijó en las innumerables víctimas – y en la cercanía de la próxima catástrofe. Con el tono distanciador del Clasicismo vienés y con una alegría grotesca, su Novena retrata, por tanto, un mundo circense que situaba al régimen frente a un espejo deformante.
La Décima brotó de Shostakóvich como un estallido –tras un silencio creativo de ocho años– inmediatamente después de la muerte de Stalin. Kirill Petrenko califica la obra, en la que el compositor se convierte en su protagonista, de «el mayor golpe liberador de su trayectoria artística después de la Quinta»: su monograma expresado por medio de notas musicales –Re-Mi bemol-Do-Si– acaba triunfando en una amarga lucha contra la poderosa maquinaria de la dictadura. La esperanza de libertad que se plasma al final de esta sinfonía se reviste de una gran actualidad como mensaje musical.
La edición contiene las grabaciones que se realizaron durante la pandemia del coronavirus, tanto en dos CD como en un Blu-ray. Van acompañadas de una entrevista filmada con Kirill Petrenko y de textos en profundidad sobre la obra de Shostakóvich. En el prólogo, el director titular de los Berliner Philharmoniker explica además su vinculación con la música del compositor. La edición ha sido diseñada por Thomas Demand. Sus fotografías simbolizan el campo de tensión en que Shostakóvich hubo de crear sus composiciones: por fuera, la sucesión opresivamente uniforme de cajas de seguridad de hierro; por dentro, fotografías de flores realizadas en el parque Gorki de Moscú.